viernes, 3 de abril de 2015

BIG ONE. CAP 12

Llegué a la carrera a la rotonda que había delante del convento de santa Clara. Allí estaban todos, con la misma excitación en la cara que debía traer yo.

- Vamos, no hay tiempo que perder. Dijo Mendoza poniendo el grupo en movimiento sin dejarme ni saludar.

Yo seguïa al grupo, que se movía a la marcha con firmeza militar, en el último lugar. Llegamos al final del edificio, no se veía nadien en la calle ni en los balcones. Hasan trepó por el muro negro que separaba el edificio de la calle y después por la valla, se veía que no era la primera vez que lo hacía. Su figura, con el ropaje oscuro, aún se adivinaba más delgada.

- ¡Vamos, vamos! Gritó de manera sorda desde lo alto de la valla.

Poco a poco fueron subiendo el resto del grupo. Yo llegué resoplando y con un poco de dificultad. Hasan esperaba para darme la mano.

- Venga novato. Me dijo dándome una palmadita en la espalda.

Llegamos a un patio de tierra con materiales abandonados de la obra. Hasan tenía razón, allí ya nadie nos podía ver desde la calle. Héctor y Mendoza empezaron a mover la bastida poniéndola debajo de la plataforma. Hasan subió de un salto, sacó una cuerda de su mochila y la pasó por la barandilla, comprobó si era segura y en un momento trepó hasta la plataforma, le siguió Héctor que al llegar arriba empezó a analizar la puerta. Mendoza me empujó hacia delante invitándome a subir el siguiente. Todos protegían al novato. Allí empecé a ver que no eran tan inconscientes como parecían.
Ya arriba ví como Héctor sacaba una pieza cuadrada de la mochila de Hasan, la movía por el centro liso de las puertas hasta que sonó un ruido metálico como un "clac", empujó con fuerza y las puertas se entreabrieron, Mendoza se giró con evidente cara de satisfacción.

- Son simples puertas provisionales con mecanismo anti-incendios, ningún problema. Dijo Héctor.

- Nada se resiste a un buen imán. Comentó Hasan a mi lado.

Entramos en un pasillo de paredes blancas que por la derecha se terminaba a unos quince metros.

- No podemos acceder a todo el edificio, probablemente la parte posterior está aún sin obrar. me comentó Hasan en voza baja.

- Las linternas preparadas señores, y pónganse las gorras. Ordenó Mendoza.

Abrí la mia y enfoqué hacia delante. Hasan me cogió de la muñeca.

- Enfoca siempre al suelo, hacía delante sólo cuando haga falta y nunca hacia arriba. Me dijo soltándome suavemente.

- Oye Hasan. ¿Porqué llevamos gorra?

- Por las cámaras novato, están siempre en el techo. Dijo sonriéndome.

¡Joder con el comando!
Seguimos unos metros, el edificio se veía prácticamente acabado, con las puertas, los cristales y las luces colocadas. Al final del pasillo Mendoza empujó una puerta anti-incendio gruesa y pesada, llegamos a un gran hall, sin duda el de la entrada principal. había algunos muebles - un mostrador, sillones, mesitas- que se habían quedado allí sin desembalar, esperando una inauguración que no se produciría. Por unas amplias escaleras bajamos a la zona inferior, delante nuestro un gran ventanal nos mostraba la calle desde donde habíamos partido.

- Apaguen las linternas. Dijo Mendoza con solemnidad.

Apagamos las linternas, por los ventanales entraba filtrada la luz de la tarde otoñal dándole a todo un aspecto irreal, casi mágico.
En aquel momento yo empecé a entender.

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