viernes, 27 de noviembre de 2015

BIG ONE. CAP 43

Mendoza cayó al suelo.

- Sigue tú Héctor yo ya no puedo.

Héctor no le atendía, estaba concentrado en una cosa extraordinaria que le había sucedido. Sin saber porqué, instintivamente, en un gesto de desesperación, había levantado su antebrazo derecho en dirección hacia sus perseguidores como queriendo bloquearles. Al poco rato, el ruido de puertas de detrás suyo se había detenido ¿Había sido él? Seguramente sí, aún notaba la energía que, sin saber cómo, había brotado de su muñeca que ahora enrojecida le dolía terriblemente. Puede que no fuese ya simplemente capaz de captar la energía exterior sino también de generarla. Puede que ya no fuese un simple espectador del Hunab Ku sino uno de sus protagonistas ¿Estaba su cerebro cambiando? Mendoza le miraba expectante, también se había dado cuenta de que no les seguían.

- ¿Qué pasa Héctor?

- Puede que tengamos una pequeña oportunidad. Vámonos al otro lado.

Mendoza lo entendió. Por el motivo que fuese sus perseguidores habían detenido la marcha, pero había algo más, Héctor actuaba de una manera diferente para no decir que se estaba transformando en una persona distinta. La duda y el miedo habían desaparecido de su cara, analizaba y tomaba decisiones con una celeridad inusitada.
Salieron de la consulta arrastrándose entre las hileras de los bancos del centro de la sala hacia la otra fila de despachos que estaba más cerca de la puerta de acceso al pasillo, su escapatoria. Al llegar al despacho de enfrente Héctor se paró e hizo un gesto que sorprendió a Mendoza: se giró hacia la sala y levantó su antebrazo.

- Podemos seguir. Sentenció.

Mendoza, muy mermado por su rodilla, le obedecía ciegamente.
Empezaron a deslizarse de consulta en consulta evitando, esta vez sí, provocar cualquier ruido que los pudiera delatar. Oyeron como las puertas de las consultas del otro lado volvían a abrirse y cerrarse, pero ellos ya no estaban allí. Llegaron al último despacho, sólo les quedaba acceder a la pesada puerta anti-incendios y huir a toda prisa por el pasillo hacia el hall de entrada y los pisos superiores. Pero para ello tenían que volver de nuevo, ni que fuese por un momento, a la sala central. Estuvieron esperando un buen rato en silencio, desde la otra banda no llegaba tampoco ningún ruido. Parecía que nadie quería hacer el primer movimiento.

- Vamos. Dijo finalmente Héctor ayudando a Mendoza a levantarse.

Salieron a la sala a gatas y sin mirar atrás Héctor abrió la puerta de un golpe y lanzó a Mendoza hacia el interior del pasillo.

- ¡Corre, corre! gritó.

El se quedó dentro unos instantes para asegurarse que Mendoza pudiese ganar unos metros decisivos de ventaja. No sentía miedo, ya no. Se levantó para ver como habían reaccionado sus perseguidores al ruido producido por la apertura de la puerta. Seguía habiendo un silencio total en la sala, sólo una silueta inmóvil rompía al fondo la tenue claridad producida por las luces de emergencia. La sombra levantó el brazo lentamente y la luz rojiza de su muñeca empezó a brillar con fuerza. Héctor notó una fuerte presión en la suya, sabía lo que significaba. De alguna manera y a pesar de la gravedad de la situación sentía que definitivamente había contactado con los suyos.
Empujó la pesada puerta anti-incendios y corrió tras Mendoza.

viernes, 20 de noviembre de 2015

BIG ONE. CAP 42

Llegó casi sin respiración. Se sentó contra la pared más escondida con la cabeza entre los brazos. Tenía unas ganas terribles de llorar. Aún tenía grabada en su retina la imagen de aquellos hombres persiguiendo a sus compañeros. A diferencia de ellos que salieron de estampida, él se quedó allí, inmóvil al lado de una de las columnas. Un escalofrío había recorrido toda su espalda, por un momento se había sentido perdido, pero aquellos seres pasaron por su lado sin reparar en su presencia. Cuando, al cabo de un buen rato, vio el parking vacío, se escabulló hacia la zona cero. Se sentía culpable por haber abandonado al pobre Fran que sin duda ya habría perecido.
Buscó en su bolsillo lateral y encontró su móvil ¡si Mendoza lo supiese! Pero desde el primer momento no le gustó la aventura del hospital ni las conversaciones que tenían Héctor y Mendoza ni lo del mendigo muerto. Le dolía no haber advertido al pobre Fran que cayó en la red de Mendoza como un pajarillo. Sin duda Mendoza lo reclutó como una advertencia hacia él "si tu nos fallas en esto no me costará sustituirte" parecía decirle con su insistencia en invitar a Fran al grupo. Para un manipulador como Mendoza no era más que un juego en que tanto él como Fran cayeron de cabeza por culpa del maldito amor propio.
Pero era un superviviente, curtido en mil batallas desde su más tierna infancia en Nador. Encendió el móvil, tenía poca batería pero una leve señal de cobertura apareció en la pantalla. Escribiría un solo mensaje y lo destruiría. No había que dar más pistas al enemigo ¡y vaya enemigo!

"... Hola, soy Hasan y este mensaje es real..."

jueves, 12 de noviembre de 2015

BIG ONE. CAP 41

Llegué al despacho haciendo eslalom por el interior de urgencias como si fuese un marine. El armario seguía entreabierto tal y como lo habíamos dejado con Hasan. Cogí los cuatro walkies con la luz de precarga en verde y los introduje en una bolsa de tela que había en el mismo armario.

- Hola. Aquí una llamada urgente desde el hospital de Manresa. Contesten por favor.

Nada. El walkie emitía un leve sonido y sin duda funcionaba correctamente, pero no hubo respuesta. Cambié la frecuencia pero era igual, no había contacto con el exterior.
Cogí la bolsa y volví hacia el interior. Al menos nos servirían para comunicarnos entre nosotros.
¡Si nos volvíamos a encontrar!

jueves, 5 de noviembre de 2015

BIG ONE. CAP 40

En el parking había sucedido todo muy rápido ¿dónde estarían los demás?
Héctor ayudó a Mendoza a sentarse, la rodilla se había hinchado una barbaridad y ahogaba como podía los gritos de dolor. Habían subido por la escalera a toda prisa seguidos de cerca por aquellos seres irreales. Entraron en la planta -1 donde había aquellas salas con consultorios y se refugiaron en uno de los últimos despachos de la izquierda de la sala de espera. Pero ellos también habían entrado. Héctor no necesitaba verlos, sentía su energía de manera natural.El dibujo de su brazo se había convertido en una especie de medallón ahora en relieve que actuaba como un auténtico sensor.
De golpe empezó a oír como las puertas del otro lado se abrían y cerraban bruscamente. Héctor hizo una señal de silencio a Mendoza que seguía el ruido sentado en el suelo de la consulta.

- Venga, hay que moverse. Dijo Héctor mientras le ayudaba a levantarse de nuevo.

Los despachos se comunicaban por puertas intermedias, por lo que se podían desplazar sin necesidad de volver a la sala central. En ese momento Mendoza se desequilibró y se desplomó al intentar apoyarse en una camilla que a la vez golpeó bruscamente contra la pared de la consulta. El ruido de puertas del otro lado se detuvo de golpe.

- ¡Tenemos que darnos prisa, tenemos que darnos prisa! Gritó ahogadamente Héctor.

Empezaron a correr abriendo y cerrando puertas atropelladamente mientras oían como la última puerta de su fila de despachos se abría con estrépito.